Durante años creí que el dinero y el amor iban por caminos separados. Ganaba miles de dólares en mi negocio, pero me sentía vacío. Vivía relaciones tóxicas, carecía de amor propio y me costaba recibir amor. Esa desconexión me llevó a una inflamación crónica que me dejó sin poder caminar por casi un año. En ese tiempo, fui traicionado, abandonado y obligado a enfrentar mi soledad.

Me aferraba a personas que no me elegían y al dinero desde el sacrificio, creyendo que el esfuerzo constante era la única forma de merecer. Intenté resolverlo todo con más trabajo, más control, más lógica... pero nada cambió. Mi salud, mis relaciones, mi autoestima y mi abundancia seguían estancadas.

Fue entonces cuando comprendí una verdad que transformó mi vida: la única verdad es Dios. Si quiero vivir en amor, abundancia y paz, debo aceptar esa verdad y rendirme a ella.

Descubrí que no era el mundo el que me rechazaba, sino mi propia desconexión con Dios y con la vida lo que me hacía repetir una y otra vez los mismos ciclos de dolor.

Desde ese momento, comenzó un camino nuevo: uno donde el amor, la fe y la plenitud ya no dependen de lo que tengo, sino de lo que soy.